En cuestión de salud, no creo en milagros ni en etiquetas.
Mi experiencia personal y mi formación me han enseñado que cada persona tiene sus necesidades particulares y que, para tratar cualquier problema, hay que poner el foco en la raíz de este en lugar de en el síntoma.
Sin embargo, en la sanidad pública no encontré respuestas que me explicaran qué me ocurría y las soluciones que se me plantearon para el dolor implicaban efectos secundarios indeseables.
Cuando terminé mis estudios de Biología, asistí como oyente a una asignatura de nutrición con enfoque naturista en la facultad de Medicina.
Entonces, uniendo mis conocimientos de biología y mis aprendizajes sobre nutrición humana, empecé a cambiar mi forma de comer y mis hábitos diarios.
Mi salud mejoró de forma tan notable que sentí la necesidad de aprender más sobre este campo, así que estudié dietética con un enfoque integrativo.
Me di cuenta de cómo nos afecta lo que comemos y cómo lo comemos, la importancia de consumir productos de temporada para aprovechar al máximo los nutrientes de los alimentos, los beneficios de las plantas en nuestro sistema inmune… y todo este aprendizaje se convirtió en mi pasión.
Por eso, desde hace más de diez años, mi propósito es ayudar a las personas a prevenir, mantener o mejorar su salud a través de una alimentación adaptada a sus necesidades.
Obviamente, sé que una alimentación adecuada debe ir acompañada de otros hábitos saludables: ejercicio, contacto con la naturaleza, descanso… y ninguno es más importante que los otros, pues aspirar a sentirse bien implica un cuidado integral, poniendo atención en todos ellos.